Chick Evens fue a trabajar para los corrales de ganado un verano de 1966, cerca del pueblo de South Saint Paul, el verano era extremadamente caluroso y podías hornear un huevo en las aceras.

Su madre trabajaba en Swift’s Meats (en el departamento de empacado de carne), la empresa, en la que ahora llegó a trabajar, dejó una profunda impresión en la mente de Chick y nunca olvidó los pensamientos y experiencias que le llegaron durante esos últimos meses de ese verano trabajando en los corrales dentro de una empacadora (cortando canales de cerdos) y especialmente entregando desechos animales a Rose Room.

El tradicional humo que echaba humo, que atrajo la atención de sus altas chimeneas mientras retumbaban y quemaban los restos de cerdos, vacas, ovejas y cabras, lentamente sobre kilómetros de huesos y desechos animales, circulaban el aire y flotaban a lo largo del enorme corrales de ganado, segundo después del más grande del país en Chicago.

Uno podía ver y oler en cualquier sección, división o esquina de la ciudad, dejaba que este humo pútrido, desde los corrales, todo el camino hasta el río Mississippi, a unas cinco millas de distancia, e incluso cruzando el puente de Robert Street, hasta el al otro lado del río, donde residía St. Paul, propiamente dicho, el centro de la ciudad, el centro de la ciudad; ese humo gris oscuro a gris claro, elevándose hacia el cielo claro de la mañana.

Parte de este humo provenía de una pequeña habitación con poca luz a través de la cual un empleado traía montones de carnes profanadas y desechadas de animales de todos los corrales. De estas pilas se podía ver pus brillante y pálido de jamones, pieles desgarradas, piel descolorida y huesos inutilizables y tripas infectadas, y así sucesivamente, nada para complacer el apetito.

No había viento, ni ventanas en esta habitación, esta habitación la llamaban ‘La habitación de la rosa’, solo una placa redonda de hierro en el piso, pesada como un automóvil Cadillac, se abría presionando un botón amarillo, y la maquinaria levantaba este tonelaje. puerta a unos tres pies de altura… luego se detuvo como si una persona fuera a caer o saltar en este pozo infernal, y allí estaba el fuego del infierno. Podías oír el crepitar del fuego, sentir el calor penetrando en tus poros y oler el hedor punitivamente pútrido que lo acompañaba, y casi sofocante en el proceso: todo estaba cerca de amordazar los pulmones, hasta el punto de colapsar.

El fuego era igual al punto más ardiente en un incendio forestal, creció a lo largo de los lados del pozo cuando se abrió la puerta de hierro, como serpientes corriendo por los lados para escapar.

Por las tardes iba a lo que llamaban el Cuarto de las Rosas, abría la puerta de la casa de las llamas, crujía y crujía bajo mis pies, hasta la suela de mis zapatos se calentaba a través del grueso piso de piedra, el olor de este cuarto estaba pútrido, asqueroso, chisporroteante. Hizo que un hombre pensara en volver a la escuela, me hizo de todos modos, aprender un verdadero oficio, era una habitación que juro que alquiló el diablo o tal vez Dios mismo, para expresar dónde van las almas a la descomposición: el abismo del arrepentimiento.

Mi mente capturó esa imagen incluso antes de poner un pie fuera de esta habitación, la primera vez que traje una carretilla de desechos animales; recuerdo que tenía poco que decir, mirando ese abismo de llamas, vertiendo mi carretilla de cadáveres de animales podridos , tejido suave, sobre el borde de la puerta redondeada de hierro, observando cómo el enorme fuego lo consumía incluso antes de tocar el fondo de la olla, audaz y libremente.

El tejido adiposo, que vertió en el hoyo, se inflamó casi instantáneamente. Esta era una casa con una sola ventana: la ventana contra incendios. Cuando hubo vertido los desechos sobre el borde de la abertura, el fuego volvió a saltar hacia él, pasó por encima del borde del marco que sostenía la puerta de hierro en su lugar, barrió todo el camino hasta sus pies, saltó hacia atrás, se puso de pie. contra la pared mirando el fuego hambriento, como si fuera una bestia viviente tratando de hacerle daño, y una voz dijo algo, una voz a un lado de él, junto a la puerta que normalmente estaba cerrada a la habitación, excepto si alguien más estaba esperando para comenzar en el mismo trabajo tradicional que acababa de terminar…

El empleado

Empleado: ¡Vamos, vamos! ¡Vámonos aquí, soleado, no tengo todo el día, dale un beso a la rosa y sal de ahí para que pueda soltar mi carga! (Una risa.)

Chick Evens: ¡Casi me atrapa!

Empleado: ¡Es un escape suicida! ((declaró astutamente) (viene a pararse junto a Evens)) Se cuela cuando estás medio dormido, o soñando despierto en el trabajo, mantente alerta en esta habitación, chico, ahora vete de aquí, da la vuelta a mi trasero, dame algo de espacio para maniobrar mi carretilla.

Nota: los corrales en South St. Paul, crearon y construyeron la ciudad de South Saint Paul, estableciéndose entre 1885 y 1887, y construidos por Gustavus Franklin Swift Jr., y antes de él, su padre. Antes de Swift’s And Company, no había ninguna ciudad al sur de St. Paul, Minnesota. Era uno de los corrales de ganado más grandes del mundo y solo superado por Chicago en los Estados Unidos. Esta historia está dedicada a la Familia Swift, quienes a su manera contribuyeron al empleo de tantas personas en muchas áreas de los Estados Unidos, y en especial, South Saint Paul, Minnesota.

Escrito el 16-5-2009 ((No: 398) (SA/5ds))

Versión en español

El Cuarto Rosa

((El Corral de Ganado de San Pablo Sur, Minnesota, 1966) (Una Historia de Chick Evens))

Chick Evens fue a trabajar para el corral de ganado un verano de 1966, cerca al pueblito de San Pablo Sur; el verano era tan caluroso que podrías cocinar un huevo en las veredas.

Su madre trabajaba en Swift’s Meats (en el departamento de empaque de carnes), la compañía en la que ahora él había sido empleado, que formó una impresión profunda en la mente de Chick ya que él nunca se olvidaría de los pensamientos ni de las experiencias que él obtuvo trabajando en el corral, en la casa de empaques, durante los últimos meses de ese verano (cortando la carne de los cerdos muertos) y especialmente: ¡llevando los desechos de animales al Cuarto Rosa!

La tradicional nube de humo-que hacía que llamara la atención de sus chimeneas altas mientras éstas sonaban a lo largo y quemaban lentamente los restos de los cerdos, vacas, carneros y cabras, sobre miles de huesos y desperdicio de animal-hacía circular el aire y se iba a la deriva a través del corral inmenso, el segundo más grande en la nación después de Chicago.

Uno podía ver y oler en cualquier lugar del pueblito este humo putrefacto del corral, todo el camino abajo hacia el río Mississippi, aproximadamente a cinco millas de distancia e incluso cruzando el Puente Roberto, al otro lado del río donde residía la ciudad de San Pablo propiamente, el centro de la ciudad; aquel humo oscuro, ligeramente gris, levantándose en el cielo claro de la mañana.

Había una luz tenue de donde este humo venía, un cuarto pequeño donde un empleado traería, de todas partes del corral, montones de restos de animales para botarlos, carnes malogradas. Podía verse, en estas pilas, intensos y pálidos pus de los jamones, costados rasgados, piel descolorida, huesos inutilizables e intestinos infectados, etcétera, nada para complacer a un apetito.

No había ventanas ni corría viento en este cuarto-a este cuarto ellos lo llamaban «El Cuarto Rosa»-sólo un plato redondo de hierro en el piso, tan pesado como un carro Cadillac, éste se abría presionando un botón amarillo, y las máquinas levantarían este tonelaje de puerta, cerca de un metro de altura…luego éste se detendría como si una persona podría caerse o saltar dentro de esta fosa infernal; había un fuego de infierno. Tú podrías oír el sonido del fuego, sentir el calor penetrando tus poros, aparte de oler esa hediondez putrefacta y casi sofocante; en el proceso: todo esto estaba a punto de asfixiar a los pulmones, al punto de colapsar.

El fuego era igual al punto más ardiente en un incendio en la selva, éste crecía a lo largo de los lados de la fosa cuando la puerta de hierro se abría, como serpientes corriendo arriba a sus lados para escapar.

En las tardes iba a lo que ellos llamaban El Cuarto Rosa, abría la puerta de la casa de llamas, esta crujía y chasqueaba bajo mis pies, incluso la suela de mis zapatos se calentaban por el piso grueso de piedra, el olor de este cuarto era putrefacto, repugnante y sofocante. Esto hacía pensar a un hombre en volver al colegio, esto me hizo pensar de todas maneras, aprender un oficio real-este era un cuarto, lo juro, alquilado por el mismo diablo o talvez por Dios mismo, para decir a dónde van las almas a descomponerse-el abismo de arrepentimiento.

Mi mente capturó tal imagen incluso antes de poner un pie en este cuarto, la primera vez que traje una carretilla de desperdicio de animal-recuerdo que tuve poco que decir, mirando en el abismo de llamas, vaciando mi carretilla de carne muerta descompuesta y tejidos suaves sobre el borde de la puerta redonda de hierro, mirando al fuego masivo consumir esto antes que éstos tocaran el fondo del recipiente, audaz y libremente.

Los tejidos grasosos, que él tiraba en el hoyo, eran inflamados casi al instante. Esta era una casa con sólo una ventana-la ventana del fuego. Cuando él vertió los restos sobre el borde de la entrada, el fuego se extendió hacia él, barrió sobre el borde del marco que sostenía la puerta de hierro todo el camino hasta sus pies, él saltó hacia atrás, estuvo recostado en la pared mirando al hambriento fuego, como si éste fuera una fiera viva tratando de herirlo, y una voz dijo algo, una voz al costado de él, por la puerta que normalmente estaba cerrada, excepto si alguien más estuviera esperando para comenzar con el mismo trabajo tradicional que él acababa de terminar…

El Empleado

Empleado: ¡Vamos, vamos! Continuemos yendo, no tengo todo el día-dale un beso a la rosa y sal de aquí para que yo pueda vaciar mi carga (una risa).

Chick Evens: ¡Casi me alcanza!

Empleado: ¡Es un escape suicida! ((él dijo astutamente) (él vino a pararse detrás de Evens)) Este te alcanza cuando estás medio dormido, o soñando despierto en el trabajo, mantente alerto en este cuarto niño-ahora muévete de aquí, anda alrededor detrás de mi, dame más espacio para maniobrar mi carretilla.

Nota: Los corrales de ganados en el Sur de San Pablo, crearon y construyeron la ciudad de San Pablo Sur, estableciéndose ésta en el medio, entre 1885 y1887, construida por Gustavus Franklin Swift hijo, y antes que él por su padre. Antes de la Compañía Swift, no existía la ciudad de San Pablo Sur, en Minnesota. Este era uno de los más grandes corrales el mundo, el primero estaba en Chicago en Estados Unidos. Esta historia está dedicada a la familia Swift quienes, en su forma, contribuyeron a dar empleo a tanta gente en algunos lugares de los Estados Unidos, y especialmente, en el Sur de San Pablo, Minnesota.

Escrito el 16-Mayo-2009 ((No: 398) (SA/5ds))

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